OPINIÓN

LA AZAFATA CULPABLE DEL ACCIDENTE AEREO

Penosamente he visto cómo muchas personas y medios de comunicación han abarrotado las redes sociales enfatizando que la honorable dama Verónica Estrella, tripulante de cabina del jet HI-1050 propiedad de Helidosa, estrellado en las proximidades de la pista 35 del Aeropuerto Internacional Las Américas, «no tenía licencia para viajar como tripulante, porque no había terminado su formación».

Es evidente que lo que se persigue con estos despiadados comentarios es «echarle una vaina» o descalificar a la empresa Helidosa, que en los últimos meses ha sido cuestionada por denuncia que ha hecho la Asociación de Pilotos de República Dominicana, por la fatiga a la que conduce a estos profesionales por el exceso de horas laborales a la que son sometidos; y por no entregar a tiempo las bitácoras de las aeronaves a las autoridades del IDAC.

Si es cierto que una tripulante de cabina debe tener los conocimientos básicos que le permitan orientar a los pasajeros acerca del proceder ante una emergencia, indicándoles previo al despegue de la aeronave las cosas que se deben tener en cuenta ante una emergencia, tales como: salida por la puerta de emergencia (si la tiene), posición de aterrizaje, colocación de máscara de oxígeno ante una despresurización, ubicación de los salvavidas, la manera de colocarlos e inflarlos, etc; no menos cierto es que una aeronave que se estrelle a una velocidad de 175 millas por hora (282 Km/h), en la que fallecen sus 9 ocupantes, tenga alguna relevancia si la camarera que servía picaderas y bebidas a los pasajeros tenía o no licencia.

Para que estemos claros, una «tripulante de cabina» es el aire lo mismo que una «camarera de restaurante» en la tierra; con la diferencia que mientras una se prepara para servir en la tierra, la otra se prepara para servir en el aire. No es una persona que puede entrar a la cabina de los pilotos a tocar algún control; sólo se acerca a ellos a llevarles las picaderas y bebidas mandatorias durante el viaje.

Además, las regulaciones aéreas demandan que sólo cuando una aeronave tenga más de 19 asientos, llevará una «tripulante de cabina» o azafata (como popularmente se le conoce). En el caso del jet Gulfstream IV-SP (objeto del accidente), sólo tiene asientos para 16 pasajeros (uno de los cuales puede ser destinado para tripulante de cabina). El error de la aerolínea fue reportarla a ella como «tripulante» cuando en realidad no era necesario.

Respecto al accidente, fue eso: «un accidente»; el piloto era un gran profesional, con más de 8 mil horas de vuelo; el copiloto era otro gran profesional, instructor de aviación con más de 4 mil horas de vuelo; desde que despegaron del aeropuerto Joaquín Balaguer (La Isabela) rumbo a Orlando, Florida, advirtieron un fallo en la aeronave tan grave que no sólo se vieron precisados a regresar al aeropuerto, sino que se declararon en emergencia. Cuando un piloto se «declara en emergencia», es porque es grave la cosa. Por consideración a las víctimas, a la aerolínea y a ustedes mismos, no emito ningún juicio de valor acerca de las causas que pudieron provocar el accidente, ya que ello sería una falta de respeto hacia esos actores.

La dama Verónica Estrella, con apenas 26 años de edad, había renunciado el día anterior del Ministerio de Medio Ambiente, en donde fungía como encargada de eventos, para dedicarse a lo que concebía sería su pasión: surcar los cielos. Ese fue para ella su viaje de estreno; para nosotros, su viaje a la eternidad. Vuela alto Verónica como el águila que de seguro soñaste ser.

por:Cristian Hidalgo

 

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